lunes, 1 de noviembre de 2010

Platero y yo

El Vergel
Ya en la puerta, y cuando voy a entrar en El Vergel, me dice el hombre azul que lo guarda con su caña amarilla y su gran reloj de plata:

-Er burro no pué´ntrá, zeñó.
-¿El burro?¿Qué burro?- le digo yo, mirando más allá de Platero, olvidadando, naturamente, de su forma animal.
-¡Qué burro ha de zé, zeñó; qué burro ha de zéee...!
-Por favor déjenos entrar- continúo yo intentando convencerle.

Le quería enseñar a mi mejor compañero y amigo  mis recuerdos de este especial lugar.

-No pué zé, zeñó, no pué zé.
-¿Sabes?- sigo yo intentando no hacerle mucho caso sin que se ofenda- En este lugar he pasado la mejor etapa. Su frescura y su aroma característico hacen que vengan a mi memoria grandes recuerdos.
-Le digo que no pué zé, zeñó. El burro no pué´ntrá - insiste el vigilante.
- Aquí- continúo yo, ahora descaradamente sin hacerle ningún caso, por llamarle a Platero ``burro´´- de pequeñojugaba entre aquello matorrales que vé allí, ese calor verde sigueatrayendo como lo hacía.
-Oiga, no pazé uzté de mi. No me cuente uzté zu vida- Dijo el vigilante ofendido, ya que se había dado cuenta de lo que pretendíamos Platero y yo- El burro ezte no entra- finalizó.

Había remarcado tanto lo de ``burro´´ que retumbó en lo más profundo de mí. ¿Cómo se podía llamar burro a Platero? Un animal tan delicado y con tantos sentimientos como Platero, pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos.

Decidí volver a insistirle ahora alagando al vigilante, ya que merecía la pena que Platero visitara y disfrutar ese pequeño lugar, cómo lo hice yo en sus tiempos.

-¡Qué bonito es! -continué yo- A hecho usted una tarea extraordinaria. Cuidar este maravilloso  recuerdo mío. Gracias señor, gracias. Si usted no hubiera estado a cargo de estas hermosas  y delicadas acacias, de este humilde y extraordinario, a la vez, jardín, ¿quién sabe que hubiera ocurrido con todo esto de nuestro alrededor?

Mientras tanto me sigo acordando de mis entrañables y meláncolicos recuerdos, hasta que una pequeña lágrima asoma por el párpado hasta resbalarse por la mejilla izquierda. Y sigo describiendo aquel vergel que tanto me gusta con un sentimiento muy profundo.

-Zeñó no ze ponga uzté azí. Anda paze, paze. Pero vigile al burro...¡uy! a su acompañante dizculpe. No tarde mucho que va en contra de la´norma. Yo lo ezperaré aquí. Anda, ande.

Y después viene a mi una grata sonrisa al saber que por fin voy a poder enseñarle a Platero, mi querido Platero, aquellas gratas y cómodas sombras, dónde yo tantas veces he descansado. Y ese aroma dulce y fino de las preciosos tipos diferentes de plantas y flores.

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